Investigando al investigador

Según una noticia aparecida en el diario El país del día 16 de junio, un total de 122.600 personas trabajan como investigadores en España, y el 70% de la producción científica procede de los que están en universidades, es decir, que la inmensa mayoría de la actividad científica está hecha por funcionarios. Y por lo visto, esto no ha dado buen resultado, claro que a mí no me sorprende, pero lo que sí me ha impresionado es que hayan tardado 20 años —que es el tiempo que lleva sin cambiarse la Ley anterior que rige estos asuntos— en darse cuenta. Probablemente se deba a que durante este largo tiempo a ninguno de estos inteligentes y sesudos funcionarios se les ha ocurrido hacer una investigación sobre la eficacia, importancia e interés del trabajo que ellos mismos realizan.

Así que yo, como funcionario que soy, he realizado una labor de investigación y he llegado a las siguientes conclusiones:

Los investigadores que trabajan en la Universidad empiezan con becas y después suelen seguir como contratados doctores, a la espera de que saquen una plaza de funcionario para convertirse en profesores titulares. Y para optar con un mínimo de posibilidades a esas plazas, cuya convocatoria se eterniza, es imprescindible contar con imponentes curriculums plagados de méritos que se obtienen mediante la presentación de ponencias y comunicaciones en congresos, así como publicaciones en revistas especializadas. Esto convierte al día a día del investigador en una carrera de obstáculos en pos de los méritos, lo que va en detrimento de la propia investigación. Así dedican sus esfuerzos a demostrar algún corolario que se derive por inferencia de algún teorema dentro de un sistema axiomático que se deduce de un teorema previo. O sea, un auténtico sistema formal cuyo objetivo principal es engrosar los méritos profesionales, aparte de para demostrar lo evidente, porque como todo el mundo sabe, un corolario es, por definición, una proposición que se deduce fácilmente de un teorema (claro, que luego vino Gödel con su teorema de la incompletitud y lo echa todo por tierra afirmando que “ningún sistema consistente se puede usar para demostrarse a sí mismo”).

Pero lo peor llega cuando la sombra del advenimiento de la oferta de empleo planea sobre los investigadores. Entonces todo pasa a un segundo plano y el investigador sin plaza pone su mayor interés en preparase los temas de la oposición, ya que normalmente su trabajo de investigación los realiza dentro de un ámbito muy específico mientras que el temario suele ser amplio. Y no digamos si además incluyen un temario jurídico. En este caso el acojonamiento es tal que impide la concentración en la investigación.

Pero es un acojonamiento infundado, ya que en muchas universidades el acceso a las plazas suelen venir condicionado por un perfil del candidato investigador que, casualmente, coincide con el título de la tesis doctoral que ha elaborado o con los trabajos realizados en sus indiscutiblemente meritorias investigaciones. Y esto ocurre incluso en las plazas para profesores asociados a tiempo parcial, que si bien deberían ser ocupadas por profesionales externos a la Universidad para que puedan aportar su experiencia profesional a la teoría academicista, en la práctica se nutre de becarios de brillantes expedientes académicos pero que no tienen ni idea de lo que se cuece fuera del entorno universitario.

Menos mal que ya existe una propuesta de reforma del Ministerio de Ciencia.

11 comentarios en «Investigando al investigador»

  1. Louis me gusta por que sigues levantando comentarios, generas conversación y eso es bueno. He leído el post a primera hora y como podrás ver se han dado por aludidos en sus funciones de investigación. Tal y como indica Francisco que la investigación se incorporara en las consultoras sería un echo muy positivo. Ya hay algo de «investigación» y se intenta colaborar lo máximo posible, pero si que es cierto que se aunarían esfuerzos e imagino que se obtendrían mejores resultados.

  2. Se puede decir muchísimo más acerca de la burocracia que pretende una presunta igualdad de oportunidades y transparencia. Sólo puedo decir que después de muchos compañeros y amigos que han dejado la universidad por el sector privado (después de una enorme inversión pública) o la fuga al extranjero (no sólo por dinero, sino por no estar amargado con papeleos, o por salir de un entorno endogámico y, en muchos casos, casi feudal), decidí dejar la universidad, al menos por un tiempo. Incluso conozco casos de gente de más de 35 años que al optar a plazas de contratados han sido tachados de «jóvenes ambiciosos».
    Algún día esto tendrá que reventar hacia el sector privado, o cualquier otra cosa, porque, si no, seguiremos con el mismo modelo paando la formación a institutos de investigación y quedándonos con los que tienen más aguante.

    Saludos

  3. Trabajando en la universidad podría ser incluso más crítico en los comentarios. No obstante, la investigación en esta institución se ha organizado entorno algunos mecanismos de «control» de calidad que, lejos de ser perfectos, podrían ser considerados como «los menos malos».

    Está claro que la Universidad – Centros de Investigación ya no tiene el monopolio del conocimiento (si es que alguna vez lo tuvo) y que en las últimas décadas nuevos actores han entrado en este «mercado». Ahora bien, ¿quien controla la «calidad» de estos nuevos «conocimientos»?. ¿El propio mercado a través de la ley de la oferta y la demanda? Para cuando un «investigando a las consultoras»…

    Un ejemplo:

    P.Dunleavy, H.Margetts, S.Bastow and J.Tinkler (2006) Digital Era Governance: IT Corporations, the State and E-government (Oxford University Press)
    http://www.amazon.co.uk/Digital-Era-Governance-Corporations-e-Government/dp/0199296197

    Salud

    1. En efecto, otros actores han entrado en el mercado de la investigación, pero si hemos de hacer caso a la noticia de prensa, el 70% de los investigadores es funcionario (o sea, que el referido monopolio existe), y por tanto, sus mecanismod de control, aunque sean menos malos, son criticables.
      Por supuesto que también se puede investigar a las consultoras, tomo nota. Pero debo indicar que el destinatario de mis críticas (y de mis iras) es la Administración.

      1. Tus críticas son muy acertadas, no hay ningún problema con ellas, como he dicho se pueden hacer muchas más y aún más incisivas. La cuestión es que controles, si es que son necesarios, se pueden aplicar a las nuevas estrellas del conocimiento. ¿Serían ellos capaces de aceptar las críticas? El libro que señale anteriormente por ejemplo hace un análisis de los proyectos fallidos, que no son pocos, o del peligro de la concentracion de las grandes consultoras.

        Felicidades por tus reflexiones

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