Muchos titulados pero pocos conocimientos

La primera carrera que cursé, allá entre los años 77 y 80 (en aquella época y ante la lejanía del 2000 tan sólo se utilizaban los dos últimos guarismos de la cifra del año), fue la de Ingeniero Técnico Industrial. Siempre me gustaron las tecnologías, pero cuando me llegó la hora del salto a la Universidad en mi ciudad apenas si había oferta de estudios, e irme a estudiar a otra ciudad estaba fuera de las posibilidades de mi familia. Pero al menos tuve la gran ventaja de que la Escuela Universitaria de Ingeniería se encontraba a menos de un kilómetro de mi casa (eso sí, todo cuesta arriba), o sea, que la decision estaba clara.

Cuando terminé la carrera apenas si ejercí dicha ingeniería porque ya me había picado el gusanazo de la informática —sólo trabajé como tal ingeniero durante un año en una importante empresa nacional del sector siderometalúrgico—. Además, al poco tiempo de acabar la carrera pusieron la facultad de informática en mi ciudad, así que me matriculé y conseguí mis dos siguientes títulos (aunque uno se puede decir que contiene al otro, ya que fueron la Diplomatura en Informática y después la Ingeniería Informática). Y fue gracias a mis estudios universitarios sobre informática por los que trabajo en la Administración, aunque antes estuve ejerciendo varios años en la privada.

Pero a pesar de que apenas si ejercí la Industrial, conservo amigos de aquella época de estudiante que sí ejercen actualmente dicha profesión y además varios de ellos son compañeros míos de trabajo en distintas Administraciones.

Este año se cumplen 30 desde que obtuve aquel título y eso nos reunió a los compañeros de promoción de aquella época, y como “la cabra tira al monte”, los que somos empleados públicos formamos nuestro propio grupito para charlar. Departíamos sobre cómo habíamos envejecido desde entonces (yo mejor que los demás), sobre los políticos a los que teníamos que aguantar, y en general sobre nuestra profesión y de cómo nos iba en ella. Y cuando ya estábamos caldeados me permití poner en duda nuestros conocimientos sobre la disciplina que habíamos estudiado y que ellos aun ejercen. Al principio no se ofendieron porque me conocen y saben lo capullo que puedo llegar a ser. Entonces les propuse hacerles un pequeño examen, 30 años después de obtener el título, para comprobar cuán buenos ingenieros eran. Pero un examen sin papel, sino oral y en grupo, es decir, todos podían dar las respuestas y discutir sobre ellas hasta consensuar la respuesta definitiva.

Aceptaron el reto porque pensaban que iba de coña, que en realidad se trataba de un chiste como el del perro del físico, del matemático, del ingeniero, del informático y del funcionario; pero minusvaloraron mi mala leche.

Entonces les planteé cuatro cuestiones en una. No eran cuestiones sobre cosas abstractas y confusas, sino completamente claras y precisas, en realidad sobre los fundamento de la Física Clásica. Así formulé la cuestión:

—Tenéis que definir los cuatro siguientes conceptos: Fuerza, Energía, Trabajo y Potencia. Y para ponéroslo más fácil —añadí— podéis hacerlo utilizando el lenguaje coloquial sin tener que recurrir a fórmulas matemáticas ni definiciones formales. Pero, eso sí, las respuestas han de ser claras y precisas—.

Los primeros segundos que transcurrieron tras mi pregunta dieron lugar a las expresiones más dispares. Algunos se pusieron blancos e intentaron esconderse detrás de los demás. Otros sonrieron con aires prepotentes porque creían presuntuosamente que conocían las respuestas. Algunos intentaban disimular su desconocimiento con una sonrisa inocente esperando que contestaran los demás. Y ya casi ninguno dudaba de que no se trataba de una broma, sino de una putada.

Los más “listos” empezaron con sus definiciones. Algunas fueron completamente erróneas, otras vagas e imprecisas, otras confundían los conceptos mezclando sus definiciones y fórmulas. Y en ningún momento llegaron a ningún acuerdo sobre los cuatro conceptos. Lo más común era que confundían fuerza con trabajo, y también trabajo con potencia, mientras que los aspectos comunes entre trabajo y energía parecían no recordarlos.

(No es la primera vez que planteo esa cuádruple pregunta ante personas supuestamente cualificadas, y el resultado ha sido siempre igual de desastroso, de hecho os invito a que le hagáis la pregunta a algún ingeniero y veréis cómo le ponéis en un apuro. Bueno, en realidad no hace falta ser ingeniero para responder a la pregunta, así que antes de mirar en la wikipedia os propongo que vosotros mismos que me estás leyendo la contestéis).

Yo tenía preparadas más cuestiones de este tipo para demostrar la incompetencia de mis compañeros los ingenieros que trabajan en la Administración. Preguntas como las magnitudes en que se miden, las definiciones de energía potencial y cinética y su relación, las Leyes de Newton… pero no hizo falta. Con la primera pregunta quedó clara la ignorancia.

Y como suele decirse, la ignorancia tiene un precio, porque cuando yo no sé algo tengo que pagar a alguien para que me enseñe a hacerlo o para que haga lo que yo no sé hacer. A mí esto me parece lógico, porque además nadie puede aspirar a conocer todo de todas las disciplinas ni a ser bueno en todas las materias. Pero lo mínimo que debe exigirse en cualquier trabajo es que el empleado conozca en profundidad la disciplina del ámbito laboral que es su responsabilidad y por la cual se le paga un sueldo —en realidad debe dominarla—. Pero con frecuencia, y especialmente en la Administración, esto no es así. Esta ignorancia sobre los aspectos básicos de cada profesión es aun mayor en la Administración quizá por la propia idiosincrasia del funcionariado de la que tanto he hablado en post anteriores. Lo peor es que esta ignorancia es muchas veces supina y negligente, y esto da lugar a que algunos se aprovechen.

La Administración Pública es la mayor empresa española, con centenares de miles de empleados públicos de diversos niveles académicos, que alcanzan incluso los títulos de Tercer Ciclo y en las disciplinas más variadas. En la teoría la Administración tiene un potencial enorme de conocimientos por los que se pagan multitud de sueldos, pero que no se aprovechan. Y no se aprovechan porque cada día más se externalizan los servicios, día tras día se saca más trabajo fuera gastando el dinero público a mansalva.

Comprendo que la externalización puede ser una buena opción para determinadas cosas. Porque no sólo hay que tener conocimiento para abordar trabajos complejos, también son necesarios medios materiales, por eso en muchas circunstancias quizá sea más conveniente contratar los trabajos fuera en lugar de crear una infraestructura carísima, sobre todo si se trata de trabajos puntuales.

Pero lo que no comprendo es que se externalizan aquellos trabajos en los que únicamente hay que aplicar los conocimientos propios de los profesionales que forman la unidad organizativa, y cuya única infraestructura requerida es el papel y el bolígrafo. Así trabajos de consultoría, de asesoramiento, de auditoría (excepto aquellas que obligatoriamente tengan que ser externas como es el caso de la que exige la LOPD), trabajos para la elaboración de estudios, de informes, de reglamentos, de guías e incluso la redacción de los pliegos de prescripciones técnicas… son normalmente subcontratados a externos, pagando a otros el importe de unos trabajos por los que ya se está pagando a los que están dentro. Siendo la auténtica razón de esta externalización la falta de conocimientos, que no de empleados titulados.

Y si se trata de un Ayuntamiento pequeño que, pongamos por caso, no dispone de un informático para hacer ese trabajo especializado, siempre puede recurrir a la Diputación para que le proporcione la ayuda necesaria.

Todos estos trabajos y otros similares son habitualmente contratados a empresas externas para que nos lo hagan. De este modo, los ingenieros, abogados, economistas, arquitectos… y tantísimo personal tan cualificado de la fauna Administrativa nos convertimos en seres superiores que, en lugar de hacer esos trabajos que requieren conocimientos específicos, nos dedicamos a subcontratar a empresas que nos hagan las cosas que deberíamos hacer nosotros. Y al final el ciudadano paga dos veces por lo mismo: a la empresa que hace el trabajo y al funcionario que le dice a la empresa que lo haga.

Que no se me malinterprete, porque yo soy partidario de la externalización, pero cuando todo es cuestión de conocimeinto y se supone que lo tenemos dentro, ¿por qué vamos a pagar por él fuera?.

Y todo este rollo se me ha ocurrido tras leer esta mañana en la Intranet de mi empresa las medidas de austeridad para capear las crisis, y que básicamente consisten en controlar el uso de los teléfonos y de las impresoras. Cuando el auténtico ahorro vendría exigiendo que cada cual haga lo que debe hacer.

17 comentarios en «Muchos titulados pero pocos conocimientos»

  1. Hola compañero de fatigas,
    Estoy muy cercana a tí en seis cosas, a saber :
    1/ Soy madrileña, tengo 58 años, y dos diplomaturas de ciencias( de las de mi época )y una licenciatura en derecho siendo abogado en ejercicio.
    Esta última la realicé cuando mis tres hijos ya tenían una cierta edad, y podían prescindir de mí hasta por la tarde. ( nunca sacrifiqué a ninguna abuela canguro, ni nada por el estilo )
    2/ Soy casi tan pedante y prepotente como tú, pero con mas diplomacía.
    3/ Es cierto y está constatado que los Principios generales del Derecho,( asimilable a tus conceptos ) solo los recordamos los carcamales. Tengo compañeras ( mucho mas jóvenes que yo, obviamente ) que compartimos carrera, que han sido capaces de memorizar la oposicion a Juez , lo mismo que eran capaces de memorizar la guía talefónica, ¿ han entendido o razonado algo…?
    4/ La falta de utilización del razonamiento y del sentido común, antes de aplicar la norma es de Juzgado de Guardía.
    3/ Estoy contigo en practicamente todo lo relativo al funcionariado,( salvaría solo algunas profesiones, y minimizando el salvamento, a algunos profesionales ).Yo también me declaro objetor, y me niego a que con mis impuestos se pague el sueldo de cachos de carne con ojos.
    4/ Probablemente ese » juego » ya te lo hizo a tí algún catedrático ( de los pocos que imparten magistrales ), y lo has marcado a fuego en tu memoria, donde ese famoso alemán que nos esconde las cosas, todavía no ha llegado )
    5/ Cuando llegas a la Facultad con 18 años y sin ningún vagage de vida cultural ( haber leido 1200 libros, haber asimilado y aprovechado tu corta carrera lectiva, etc. ) es muy dificil que comprendas la mayoría de los conceptos básicos que les suelen llamar » pestiños «, que solo memorizan para aprobar e incluso para sacar matrícula de honor, el porcentaje de » honoritos», es inversamente proporcional a que después la mayoría a lo que pueden aspirar es a opositar, pero en el ejercicio privado de la profesión son mantas palentinas.
    6/ En otros Paises para estudiar derecho, tienes que ser mayor de 25 años, y/o haber cursado otra carrera antes, que te haya habilitado los conductos auditivos, los de raciocinio y los de cultura general
    En otro orden de cosas, en general para los/as españolitos/as de turno, ya han conseguido lo que querían ser funcionarios ( la mayoría interinos, que no han aprobado una oposición en su vida, que han llegado por bolsas y que al tener mas puntos que la cara de scar face, siguen estando en el machito) » hablo en idioma de Comunidades Autónomas «. Bueno compañero,ahora que no les puede despedir nadie, para que van a seguir utilizando el cerebro?, si es que en algún momento lo han utilizado, porque a lo peor solo han utilizado la memoria que según el saber popular » es la inteligencia de los tontos»

    Un saludo

    1. Llevas razón, pero el objeto de mis preguntitas no era ser pedante, sino comprobar mi teoría de que los titulados universitarios suelen olvidar un porcentaje elevadísimo de los estudiado, sobre todo si no ejercen. E incluso ejerciendo, suelen olvidar los fundamentos principales de sus estudios.
      Una prueba de mi teorías es la siguiente: ¿qué grado de confianza dio a los ciudadanos las manifestaciones de Ana Obregón cuando dijo que, como bióloga, recomendaba que no nos pusiéramos la vacuna dela gripe A?

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