Normas para el bien morir

En Andalucía ya tenemos una Ley que regula la muerte digna, es decir, los derechos y garantías de la dignidad de la persona en el proceso de la muerte. Ser digno significa ser merecedor de algo, y por lo visto, simplemente por el hecho de ser seres vivos nos merecemos morir. Eso sí, algunos plácidamente mientras duermen y sin aparentemente darse cuenta, y otros entre atroces sufrimientos que se alargan años y años haciendo sufrir también a los que le rodean.

La muerte, sea como sea la forma de llegar a ella, me parece algo tan terrible que ningún ser humano la merece. Por eso, mezclar en la misma frase las palabras dignidad y muerte creo que es un galimatías. Yo casi diría que un oxímoron, porque sólo el hecho de morir ya me parece indigno para cualquier ser vivo, humano o no. Eso de morir dignamente no tiene sentido.

La Ley recién aprobada no pretende garantizar una muerte digna (como suele decirse), sino la dignidad de la persona ante la muerte. Si lo ideal es que una persona muera dignamente, es decir, según se merezca, alguien que durante toda su vida se haya dedicado a hacer el bien debería poder morir sin sufrimientos; mientras que un asesino o un violador debería tener una agonía con terribles dolores, tanto más cuanto más daño haya provocado en su vida.

En efecto, es un asunto delicado, pero necesitaba regulación y en Andalucía ya lo han hecho. La finalidad de la Ley Andaluza recién aprobada es, en circunstancias especialmente dolorosas ante el tránsito a la otra vida y siempre respetando la voluntad del paciente, proteger la dignidad de la persona en tan duro trance (incluso aunque el moribundo sea indigno de llamarse persona).

Dicha voluntad de morir puede ser manifestada por el enfermo en el proceso de muerte o bien de forma anticipada en el denominado testamento vital. Y en mi opinión ahí está el problema. Se me plantean dos cuestiones.

¿Puede una persona ser objetiva en circunstancias tan excepcionales como la cercanía de la muerte? Yo creo que no, y por tanto su decisión en esos instantes puede que no sea la más correcta.

Si esa persona que está en trance de morir no pueda manifestar su decisión por mor de la enfermedad entonces hay que recurrir a su testamento vital. Es posible que en el momento de hacer dicho testamento la persona se encontrara perfectamente lúcida, pero ¿acaso no puede cambiar de opinión a lo largo de su vida? No es lo mismo pensar en la muerte cuando se supone lejana que viéndola llegar.

En ambos casos (y no hay más casos), ¿cómo sabemos que lo que realmente desea el enfermo es morir?, y atención porque una vez dado el paso, no hay vuelta atrás.

Existen males que incapacitan al enfermo para comunicarse pero que no le quitan su lucidez mental, (sin ser médico puedo poner como ejemplo la ELA). Imaginen que una persona en estas circunstancias hizo tiempo atrás su testamento vital pidiendo una muerte digna, es decir, una muerte sin sufrimientos innecesarios y desconectado de las máquinas que lo mantienen artificialmente con vida. Sin embargo, cuando ve que su muerte se acerca cambia radicalmente de opinión pero no puede comunicarse con nadie porque su enfermedad se lo impide. Creo que el terror que esa persona sentirá cuando vea que una mano le desconecta de la máquina que le permite vivir sólo puede ser comparable con la que experimentan los condenados a muerte cuando recorren el pasillo que les llevará a la inyección letal. ¿Es eso una muerte digna? Puedo jurar que he vivido muy de cerca este tipo de cruel enfermedad y soy incapaz de expresar con palabras la espantosa situación.

Si no somos capaces de evitar la muerte, ¿cómo nos atrevemos a ponerle normas?

9 comentarios en «Normas para el bien morir»

  1. No entiendo… si ocurre a) y luego b) y entonces ocurre c) pero resulta que d)… entonces ¿qué?
    ¿Y si yo no quiero vivir como un vegetal o morir sufriendo me tiene que obligar el miedo a esa cadena de suposiciones, o el miedo a las consecuencias mediáticas de ofrecerme una sedación que impida mi sufrimiento?
    ¿Quiero SER LIBRE para decidir, y tú quieres OBLIGARME a no poder decidir?

    1. @Antonio,
      Yo no quiero obligar a nadie a nada, sólo quiero recalcar que se trata de una decisión trascendental en la que no podemos equivocarnos (ni siquiera el mayor afectado debe equivocarse) ya que no tiene vuelta atrás.
      Pero tu comentario me da pie a una reflexión.
      De manera general podemos dividir a los humanos en dos grupos. Los que tienen más miedo al dolor que a la muerte, y los que tienen más miedo a la muerte que al dolor.
      Al primer grupo es al que va dirigida la Ley a la que hace referencia el post.
      Al segundo grupo (al cual pertenezco quizá por ser agnóstico) la Ley nos deja desamparado ya que quizá prefiramos estar vivos todo el tiempo posible aunque sea enchufado a una máquina. Aunque, quien sabe,quizá cuando llegue ese momento el sufrimiento me haga cambiar de opinión y no pueda comunicar mi deseo de ser «desenchufado».
      Como tantas otras veces, la Ley da respuesta una situción en una sola de sus vertientes.

      1. @Crandell, Por favor Louís, al segundo grupo no OS deja desamparados, simplemente en tu opción vital estará que hagan todo lo posible para evitar tu muerte, la ley no tiene nada que ver con tu opción, pues en el centro sanitario podrás disfrutar de ese momento todo lo que esté en manos de la medicina como opción (permíteme la expresión) ‘por defecto’.
        Es el primer grupo el que no estaba representado y al que no nos dejaban elegir NUESTRO camino, NUESTRA opción, que como bien dices no es compartida por todo el mundo, pero en eso consiste la LIBERTAD, en poder elegir, no en estar condenado a una opción que no es la tuya.

        1. @Antonio,
          La eutanasia existe y ha existido en España, y a mí me ha tocado un caso muy cercano en el que los médicos han dejado morir a una persona.
          Mi familiar tenía una úlcera en el estómago que era un auténtico agujero, las transfusiones de sangre que le ponían se le salían por la úlcera, y al ritmo que se las ponían en poco tiempo dejaría al hospital sinreservas de su tipo de sangre.
          Mientras le pusieran sangre viviría, pero el médico decidió dejar de ponérsela para evitar el despilfarro.
          Ese familiar no pudo decidir nada acerca de su cómo transitar a la otra vida.
          No quiero juzgar al médico que decidió dejarlo morir, quizá fue la mejor decisión, sólo quiero demostrar con esto que los que estamos en el extremo al que pertenezco estamos desamparado. Porque es más fácil «agilizar» la muerte que frenarla.

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