¡No al tabaco!, ¡no a los símbolos religiosos!

“Ninguna confesión tendrá carácter estatal”, dice nuestra Constitución, es decir que España queda configurada como un estado laico, porque laicismo significa independencia respecto a cualquier organización o confesión religiosa. Es decir, libre y no sometida a ninguna Religión o Iglesia.

La Religión es el conjunto de creencias que mueven al ser humano a dar culto a Dios. Son creencias que dan por cierto algo que no solamente no está demostrado (evidentemente) sino que además se salta todos los principios de la lógica.

Aquí me permitiré un inciso teológico-filosófico para intentar demostrar la estupidez que subyace en la fe.

Intentando encontrar una lógica en la que basar el absurdo que es creer sin más, surge la lógica doxástica (rama de la lógica que estudia las verdades en las que figura de manera preeminente el verbo “creer”). Pero es que ni siquiera esta lógica se cumple en el caso de las creencias religiosas. Lo explicaré con un ejemplo.

A una persona se le pide que razone (razonador) con absoluta precisión la siguiente proposición: “Usted nunca creerá en Dios” (obsérvese la aparición del verbo “creer” sobre el que la persona deberá decidir sin dejar lugar a dudas si la proposición es verdadera o falsa). Si el razonador alguna vez cree en Dios, la proposición se convierte en falsa. De hecho, el razonamiento que seguiría el razonador sería, «Si yo creo en Dios, entonces la proposición será falsa,  lo que significa que yo seré impreciso. Pero esto es imposible, ya que los razonadores somos precisos. Por lo tanto yo no puedo creer en Dios para poder dar una respuesta precisa». El razonador no puede creer que la proposición es verdadera ni que es falsa sin convertirse en inconsistente (o sea afirmar dos creencias contradictorias). Y por lo tanto debe permanecer por siempre indeciso en lo que respecta a si la proposición “creer en Dios” es verdadera o falsa.

O dicho de otra manera, la fe del razonador (o la ausencia de ella) condiciona la falsedad o veracidad de la proposición. Esta “Indecisión doxástica” es un ejemplo en el que se manifiesta claramente el Teorema de Incompletitud de Gödel. Pero dejemos este galimatías y volvamos al meollo del asunto.

Fin del inciso teológico-filosófico.

Aunque las Religiones y las Iglesias no me merecen ningún respeto, las normas de cortesía y mi consideración hacia los demás me obligan a ser tolerante con las absurdas creencias que no comparto. Tal es mi respeto hacia las creencias de los demás que incluso lo demuestro en este texto iniciando con mayúscula los lexemas Dios, Iglesia y Religión.

Además, aunque yo no las necesite, creo que las Religiones son necesarias para muchas personas que recurren al consuelo divino ante sus problemas para los que ni siquiera pueden encontrar alivio en otros seres humanos. Por tanto pienso sinceramente que Dios cumple con una función social importante. Sin embargo, con las Iglesias soy mucho más crítico, porque son organizaciones antidemocráticas que surgen alrededor de las Religiones y que las interpretan de manera particular. Las Iglesias son instituciones mediadoras entre Dios y los hombres que indican a sus fieles mediante normas no consensuadas la forma en que han de adorarle. Están fundadas, constituidas y dirigidas por seres humanos, y por tanto arrastran las mismas imperfecciones y errores que pueda tener cualquier otra formación humana (porque lo de que están fundadas por inspiración y fundamento divino tendrán que convencerme).

Como dije más arriba, las creencias religiosas no siguen pautas lógicas, sino que funciona de forma similar a los estímulos emocionales, esto quiere decir que la fe está controlada por el sistema límbico, o sea, que las creencias no pueden ser controladas por la persona. Los seres humanos están enganchados a sus creencias con más fuerza que un drogadicto se engancha a su droga. Y como las Iglesias son las organizaciones que alimentan las creencias —de la misma forma que un camello proporciona al toxicómano su droga—, muchos creyentes confían ciegamente en ellas y están literalmente en sus manos.

Además de poner normas a sus fieles, las Iglesias utilizan símbolos para representar sus absurdas ideas, y muchas obligan a sus fieles a utilizar estos símbolos de forma permanente, visible y fehaciente. Huelga recordar que los símbolos tienen siempre una intencionalidad.

Toda organización, asociación, fundación, corporación, sindicato, partido político… requiere de un control que prevenga su mal funcionamiento para evitar que se puedan provocar daños y perjuicios entre sus miembros, socios, corporativistas, acólitos, sindicalistas… Las Iglesias como organizaciones que son también deben someterse a este control, que debería ser mucho más exigentes dada la total indefensión del creyente por estar sujeto a la poderosa fe que le impide decidir con libertad (aquí podía entrar a saco con el asunto de los curas pederastas, pero no es el objeto de este texto).

A pesar de la repulsa que las Religiones e Iglesias en general me producen, procuro ser respetuosas con ambas. Excepto, claro está, con las fundamentalistas (por cierto que el fundamentalismo no es algo propio de las Religiones, sino de las Iglesias). Y de la misma forma que respeto las creencias, a los creyentes les exijo el mismo respeto hacia mí. Respeto que no encuentro porque muchos de estos devotos me molestan haciendo ostentación de los símbolos que enrarecen el ambiente y enturbian el buen entendimiento entre las personas (cuando no provocan auténticas guerras).

Y digo enturbiar y enrarecer por utilizar términos poco ofensivos, porque para mí, que soy agnóstico por ignorancia (perdonen la redundancia) y laico por convicción (perdonen la contradicción), me molesta mucho todo aquello que tenga que ver con la fe porque va en contra de la razón. Pero después de todo yo soy una persona adulta y a mi edad ya tengo mis criterios muy asentados y difícilmente podrán influir en mí.

Sin embargo tengo hijos, uno de ellos, mi hija, es aun muy pequeña y por tanto influenciable. Yo no quiero eliminar de su vida la posibilidad de desarrollar una fe (realmente no sé si la fe es algo que se pueda desarrollar por su dependencia del sistema límbico) pero quiero que lo haga cuando tenga cierta madurez y no ahora con 7 años.

Cualquier manifestación religiosa, sea la que sea (desde una procesión con banda de música y trono descomunal hasta un liviano pañuelo, pasando por un crucifijo, una Estrella de David, el Corán, la Biblia, La Torá…) la veo como una contaminación del ambiente puro y limpio de creencias que deseo para mi hija. De la misma manera que el humo de un cigarrillo contamina el aire puro que deseo que ella respire, los símbolos religiosos pueden infectar su influenciable cerebro de creencias estúpidas.

En su colegio tiene compañeros de distintas nacionalidades y razas, y yo estoy contento y orgulloso de que mi hija, que por cierto es de una raza diferente a la mía, comparta con ellos sus horas de clase y sus juegos. Creo en la multiculturalidad y el enriquecimiento que conlleva el mestizaje. Pero no quiero que mi hija se vea influenciada por algo que me parece negativo para su formación e independencia intelectual es decir, por la ilógica fe que utilizan a su antojo las Iglesias. Por eso no quiero que ante mi hija se hagan alardes de símbolos que representan creencias irracionales, de la misma manera que no quiero que mi hija perciba los nocivos humos del tabaco.

Que cada cual crea en lo que le dé la gana, que pertenezca a la Iglesia que le plazca, pero que con su actitud y ostentación de símbolos no contaminen a mi hija. Yo les respetaré, pero por favor les pido el mismo grado de respeto hacia mí. Lo veo difícil porque me parece que un creyente no puede ser completamente tolerante debido a que su entendimiento está mediatizado por algo irracional.

Por tanto, y atendiendo al laicismo que se supone debe predominar en nuestro Estado, el gobierno debería proteger prioritariamente a los no creyentes porque estamos indefensos ante la ostentación de símbolos religiosos de todo tipo, sobre todo en los sitios públicos, y especialmente en las dependencias Administrativas, y recordemos que los colegios públicos son Administración Pública.

Así que de la misma manera que está tajantemente prohibido fumar en los edificios públicos, debería prohibirse todo tipo de manifestación religiosa en los mismos. Por un ambiente puro y limpio de todo tipo de contaminación: no al tabaco y no a los símbolos religiosos.

¡Dios mío, ¿me habré convertido en un fundamentalista laico?

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