Inválida y subnormal

Yo tenía una tía que debido a una meningitis que sufrió siendo un bebé vivió sus 34 años de existencia inválida y subnormal. Y lo digo así, sin eufemismos, porque hace ya 39 años que murió y en aquella época no hacía falta ser políticamente correcto y las cosas se decían “sin paños calientes”.

Mi tía nació el mismo año en que comenzó la guerra civil, o sea, que durante la guerra y la larga posguerra mi tía, cuyo cuerpo (la mitad inerte) era el de una mujer adulta pero cuya mente se ancló en los 7 años, se convirtió en una enorme carga para mis abuelos, y en la peor época de la historia reciente de España. No ha sido la única circunstancia de este tipo en mi familia, pero es esta la que menciono porque mi tía hace años que murió y porque en ella se conjugaban los dos tipos de deficiencias: la física y la psíquica.

Y cuento todas estas penalidades porque no quiero que quien lea lo que viene más abajo piense que hablo sin conocimiento de causa y sin saber lo que se sufre por estos motivos. Porque hoy quiero hablar de la discriminación positiva a los desfavorecidos, y en particular a los minusválidos.

En un texto reciente hablé de la discriminación tal y como se menciona en la Constitución, e hice especial referencia a la discriminación positiva para colectivos desfavorecidos como forma de ayudarles en diversos aspectos de su vida en sociedad (en el trabajo, en los estudios, en las relaciones sociales, en la movilidad…).

Creo que la discriminación positiva es necesaria para muchos desfavorecidos al procurar paliar los aspectos negativos que su problemas físico o psíquico le acarrea, pero procurando que esta discriminación no efecte negativamente al resto de las personas (téngase en cuenta que una discriminación positiva puede ser a la vez una discriminación negativa para otros). Pero al mismo tiempo creo que hay que evitar los abusos que de estas medidas positivas hacen algunas personas enfermas, y otras no tan enfermas, repercutiendo en la Seguridad Social que, a fin de cuentas, también somos todos.

No es necesario recurrir a la prensa del corazón donde encontramos ejemplos de famosillos que estafan a la SS. Seguramente muchos de ustedes conocerán a personas que acumulan síntomas -algunos de los cuales ni siquiera los padecen- y que exageran sus males ante las inspecciones médicas con el objeto de alcanzar el 33% de minusvalía, y si llegan al 66% mucho mejor, porque de esta forma obtienen una serie de ventajas que van desde las facilidades para aparcar hasta los beneficios fiscales.

En mi propio barrio sé de mujeres que ellas mismas, en connivencia con alguna amiga, se pagan la cuota a la Seguridad Social en el Régimen Especial de Empleadas de Hogar, y cada dos por tres se ponen enfermas de modo que la prestación que reciben por enfermedad les sirve para pagar las siguientes cuotas. De esta forma su futura pensión les sale completamente gratis.

En el barrio de mi suegra abundan las mujeres con pensiones por incapacidad para trabajar pero que se dedican a cuidar niños e incluso limpiar casas. Y también encuentro hombres con supuestos dolores que le impiden trabajar pero que en sus ratos libres, que son muchos, hacen chapuzas a domicilio.

Conozco el caso muy llamativo de una mujer que todavía no tiene los 40 años, que es obesa mórbida, y que no quiere perder ni un kilo de su masa corporal para evitar que en la siguiente revisión médica le quiten la Incapacidad Laboral que tanto le costó conseguir y de la que ahora “disfruta”, junto con una pensión por no poder moverse. Y además consiguió ayudas de la Administración para adecuar su casa a su problema de movilidad.

También conozco a una familia cuyos cinco miembros tienen pensiones por enfermedades en distintos grados pero que todas las mañanas se les puede ver pasear sin mayor dificultad, de hecho tan sólo el patriarca de la familia porta un bastón cuya misión parece ser más bien de mando que de apoyo. Son personas que yo denomino “profesionales de las pensiones”.

Un vecino mío, que no puede caminar sin muletas, tiene dos coches adaptados y cinco motos especiales (dos de gasolina y tres eléctricas) para discapacitados, que según me dice ha obtenido mediante un pago simbólico a la SS.

Y aunque es una mera anécdota diré que este mismo vecino tiene ingresos notablemente superiores a los míos y al de muchos otros convecinos, y sin embargo, entre todos tuvimos que pagar las obras de adaptación del portal, del aparcamiento y del ascensor porque así nos obliga la Ley.

Me pregunto si la Seguridad Social realiza las suficientes inspecciones sobre este asunto. Porque yo sí quiero ser solidario, pero no gilipollas.

Por cierto, mis abuelos jamás obtuvieron favor alguno del gobierno por la doble incapacidad de mi tía.

11 comentarios en «Inválida y subnormal»

  1. Tienes toda la razón. Mi comentario es este:
    A mi no me parece de recibo que un labrador que ha cotizado 43 años a la S.S. quiera jubilarse con 65 años y teniendo 3 hijos estudiantes y le den de jubilación 600 Euros/mes mientras que por tener un solo hijo subnormal que no ha cotizado ni un solo año, en cuanto se queda huérfano de padre y con 50 años (edad del hijo) le estén pagando 1.050 Euros/mes y a la persona que le cuida también le paguen algo por cuidarlo y encima si tiene una discapacidad, le añadan mas todavía por la ley de dependencia; o sea, que si tienes un familiar subnormal, quédate con él porque ganarás mas que con cualquier trabajo que te busques y no irás al paro nunca. Aquí hacen falta unos cuantos buenos inspectores, capaces de ser muy objetivos y sin dejarse comer el coco por ningún pelota PARA PONER ORDEN Y JUSTICIA, porque también ¿cuántos se oye que cobran fingiendo enfermedades y mintiendo y trapicheando enchufismos en detrimento de los verdaderamente necesitados?… Habría que estudiar familia por familia.

  2. La gente a veces le llama a esto «la picaresca española» e incluso les hace gracia. A mí simplemente me da vergüenza ajena ver como estos parásitos sociales se aprovechan de un sistema que tanto nos cuesta a todos mantener.

    Precisamente hoy me explicaban el caso de varias personas que piden hora en los servicios sociales de mi ciudad para que «le den una ayuda». Cuando les preguntan que qué tipo de ayuda, responden: «Es igual, una ayuda de lo que sea».

    Y así vamos.

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