El diagrama sistémico (una historia real)

Se convocó un concurso para contratar los servicios de una empresa que pusiera las bases de una nueva organización de la institución. La empresa adjudicataria desembarcó a sus técnicos especialistas en organización, se entrevistaron con los responsables de las distintas Unidades Administrativas, recabaron información de todo tipo y se marcharon a elaborar una nueva organización más eficaz y moderna que diera satisfacción a las necesidades del organismo.

El trabajo objeto del contrato se dividió en dos partes, concluyendo la primera de ellas con la presentación sobre el papel de una propuesta de organización.

Por fin llegó el día en el que nos descubrirían nuestro nuevo modelo organizativo. Para ello, por parte del organismo nos reunimos en el amplio despacho de dirección el Gerente de la Institución, el Presidente, el Secretario, el Tesorero, el Interventor, el Coordinador general, el Jefe del Servicio de personal y un servidor, que en aquella época ocupaba el cargo de Jefe del Servicio de Informática. Y por parte de la empresa especializada vino un alto cargo de la misma acompañado de un técnico experto en materia de organización.

Repartieron grandes pliegos de papel en los que aparecían dibujados símbolos y líneas que los unían y con los cuales ilustraban la nueva y flamante organización. En la parte superior de los legajos aparecía un título que ponía “diagrama sistémico”.

El alto cargo de la empresa tomó la palabra y durante más de media hora expuso las grandes ventajas de la organización propuesta. En su charla se denotaba cierta experiencia militar ya que al referirse a los empleados utilizaba la palabra tropa, para referirse a la dirección hablaba de generales, y por el tono de su voz parecía más bien una arenga que una presentación.

Tras su exposición se abrió el debate. Mis directivos compañeros peguntaban sus dudas y el alto cargo de la empresa las aclaraba. Mientras, yo observaba y permanecía en silencio. Al cabo de otra media hora el presidente se dirigió a mí y me dijo en tono paternalista:

—Llevas toda la tarde en silecio, ¿no tienes ninguna pregunta que hacer hijo?—.

—Sí— contesté yo, —pero es que me da mucha vergüenza—.

—No te dé vergüenza hombre, y pregunta cualquier duda que tengas— me dijo el presidente sin saber que la vergüenza a la que yo me refería no era por mi ignorancia, sino por las actitudes que venía observando.

Entonces tomé la palabra y dirigiéndome al alto directivo le dije.

—Verá usted, mi duda está en el organigrama en papel que usted nos ha entregado, y es que no lo entiendo muy bien—.

—¿Qué es lo que no entiendes?—.

—Es que no sé qué diferencia hay entre los recuadros, los círculos y las elipses que se esparcen por todo el papel. No sé que simboliza cada cosa—, pregunté con forzada humildad.

Todos los asistentes me dirigieron la mirada incrédulos ante la gilipollez que yo estaba preguntando.

—Tampoco comprendo —continué diciendo— por qué hay símbolos de color negro, mientras que otros son azules, verdes y rojos. No entiendo lo que quiere decir cada color—.

Seguían mirándome con extrañeza pero ninguno me interrumpió, así que yo continué.

—Y hablando de las líneas que unen esos símbolos, quisiera saber por qué algunas son gruesas y otras finas que a la vez pueden ser continuas o discontinuas. Y por supuesto tampoco sé lo que se expresa con los distintos colores de las mismas.— Hice una breve pausa y continué. —Supongo que unas líneas representarán dependencia funcional, otras orgánica, otras indicarán jerarquía, otras expresarán el flujo de la información, etc… pero no sé distinguirlas—.

Los asistentes seguían perplejos, y nadie respondía a las dudas que estaba planteando, así que de nuevo tomé la palabra. Me dirigí a todos los asistentes y sin pelos en la lengua les dije:

—Me da la impresión de que llevamos más de una hora hablando enfáticamente de algo que ninguno de los presentes entendemos, creo que ni siquiera sus creadores saben exactamente lo que han hecho— dije con pasmosa tranquilidad. —Pero cada uno de nosotros, yo incluido, hemos mirado en el descomunal “diagrama sistémico” dónde se ha ubicado la Unidad Administrativa que dirigimos ya que intuitivamente sabemos que mientras más alto se encuentre dentro del gráfico, más importancia tendrá nuestro departamento y por ende nosotros mismos, y quizá también la valoración económica de nuestro puesto.—

Unos sonrieron, otros enrojecieron y alguno simplemente enmudeció.

Entonces, el alto cargo de la empresa tomo la palabra y le dijo a su compañero, el experto en organización, que nos explicara el significado de la simbología utilizada. Éste enrojeció en cuestión de pocos segundos hasta coger un tono rojo-tomatero que jamás antes había visto en la piel de una persona, de hecho temí ser el causante de que a ese señor le diera un infarto. Sin poder esquivar la pregunta el hombre respondió de forma entrecortada.

—Es que se me acabó la tinta de la impresora—. Fue su respuesta sin pies ni cabeza.

La reunión se dio por concluida, la nueva organización nunca se puso en práctica y la segunda parte del trabajo contratado jamás se abordó.

Y lo peor de toda esta historia es que es real como la vida misma.

3 comentarios en «El diagrama sistémico (una historia real)»

  1. Me suena familiar. Aunque no tuve oportunidad de participar directamente, en la Universidad en la que trabajo pasó algo parecido… Se contrató una empresa especializada que tras reiteradas reuniones con distintos eslabones jerárquicos y después de mucho tiempo de reflexión, presentó un modelo organizativo que quedó encerrado para siempre en un cajón del que nunca saldrá… Según se rumorea, la propuesta nada tenía que ver con la alta estructura que en aquel momento existía… (vamos que sobraban cabezas de las altas esferas 😉
    Muy buena la salida del experto en organización…

  2. La verdad es que cuando uno tiene que abordar y sobre todo representar sistemas complejos darle la sencillez apropiada y sobre todo que sea unívoco es complicado. Pero desde luego no me esperaba la salida de la tinta… Muy bueno!!!

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