Gordos e imbéciles

La sedentaria y anodina vida del funcionario medio ha creado una imagen del mismo que encaja con la siguiente definición. Funcionario: trabajador de la Administración que es gordo e imbécil. Las teorías darwinistas sobre la evolución parecen corroborar este fenómeno.

Una Administración plagada de funcionarios gordos y sudorosos que, parapetados tras montañas de legajos desordenados y polvorientes, se esconden en las más recónditas unidades administrativas. Funcionarios imbéciles e ineficaces, incapaces de hacer nada más creativo que poner un sello en un formulario y pasar el papelito al siguiente funcionario, también gordo e imbécil.

A partir de esta premisa se podría desarrollar una teoría acerca de la lentitud de los procedimientos administrativos, porque tanta estulticia y falta de agilidad es terreno abonado para la dejadez y el desinterés.

Como soy funcionario desde hace más de 20 años y no me siento identificado con en esa definición ni con el ambiente descrito, voy a intentar deshacer el mito.

GORDOS: Es cierto que el trabajo del funcionario medio es sedentario, ya que la mayor parte de ellos realiza trabajos administrativos de poco o nulo ejercicio físico, lo que va en detrimento del estado físico del empleado público. Sin embargo, esta inactividad física laboral sólo es matutina, el resto del día tenemos todo el tiempo libre para hacer ejercicio. De hecho, en el gimnasio al que voy por las tardes me encuentro una gran proporción de funcionarios que machacan sus músculos con las mancuernas, asimismo, en la ciudad deportiva a la que voy a correr me encuentro a muchos funcionarios que realizan ejercicios aeróbicos para robustecer su corazón. No tengo datos cuantitativos de este fenómeno, pero cualquiera de los que lean este texto y asistan a gimnasios quizá puedan corroborar mi afirmación.

IMBÉCILES: En la Universidad en general -y en la UNED en particular-, los alumnos más mayores que compaginan trabajo con estudios, son mayoritariamente funcionarios que cultivan su mente. Tampoco tengo datos precisos de esta circunstancia (aunque conozco la existencia de informe sobre el fenómeno en la propia UNED), y recurro de nuevo a los pocos lectores de esta columna a apoyar o negar mi afirmación.

Lógicamente, el horario del funcionario es una ventaja frente al de otros colectivos laborales para realizar ejercicios físicos y estudiar. Pero no es este el motivo de mi escrito.

Y es que los funcionarios tenemos ventaja para cumplir con la máxima mens sana in corpore sano. Lástima que no todos puedan hacerlo.

9 comentarios en «Gordos e imbéciles»

  1. Estoy de acuerdo con lo que describes Louis, yo no soy funcionario pero trabajo en la administración como personal laboral desde hace ya 7 años y en todo ese tiempo tanto yo como mis compañeros laborales/funcionarios hemos tenido tiempo para correr, brincar, saltar y futbolear siempre que nuestra propia pereza no nos lo ha impedido. En mi caso realizo todas esas actividades reseñadas.
    También suscribo lo de la UNED. Dentro de mis compañeros de más edad había muchos inscritos en diferentes carreras mayormente de contenido social y humanista, si bien unos pasaban luego a aplicar sus conocimientos, otros solo lo hacían como una especie de brain training y como una afición personal.
    Ahora también hay mucho dejado y anodino que sería la contraposición a lo aquí descrito (si bien no son la mayoria)
    Un saludo

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