Lo contencioso del chismorreo

Mi amigo Adolfo tiene cojones. Resulta que hace algo más de 4 años, en junio del 2006, tuvo un serio problema con la Administración. Primero intentó arreglarlo mediante el diálogo y el razonamiento, pretendía que el asunto se resolviera por las buenas y atendiendo a razones. Pero no fue posible.

Posteriormente y aunque Adolfo no pertenece a ningún Sindicato debido a sus poderosos principios de honestidad y decencia, recurrió a la Junta de Personal. Lo hizo porque aunque está compuesta de sindicalistas, dicha Junta es un órgano colegiado de la Administración al que puede dirigirse cualquier funcionario. Aquí obtuvo una respuesta, si podemos llamarla así, que mejor no plasmar por escrito porque bastante mala imagen tienen ya los sindicatos como para encima mostrar al mundo cómo van a lo suyo. Y además, no quiero que por mi culpa puedan identificar a Adolfo.

Como no encontraba apoyos, a Adolfo no le quedó más remedio que iniciar la vía Administrativa presentando los correspondientes recursos y alegaciones. En todos los casos recibió la callada por respuesta.

Entonces, y tras casi 3 años de porfiar infructuosamente, no le quedó más remedio que gastarse el dinero y contratar los servicios de un abogado para asegurarse de que las actuaciones que estaba realizando eran correctas y las más adecuadas. Su abogado continuó con la vía administrativa, pero la institución seguía con su mutismo.

Para agotar dicha vía el abogado optó por solicitar –aunque no es preceptivo- el certificado de silencio negativo. A esta petición sí recibió respuesta: un escueto “no procede” que no sabían si se referían a la solicitud del citado certificado o a la pretensión inicial de Adolfo.

Ante tamaña prepotencia de la Administración, Adolfo decidió seguir gastándose el dinero, y con su abogado optaron por iniciar la vía del contencioso-administrativo, y puso una demanda.

Transcurrido 9 meses de la interposición, ha recibido una notificación del juzgado de lo contencioso administrativo –que según creo tiene como misión controlar la legalidad de la actuación administrativa- en la que le informan que su demanda ha sido admitida a trámite. Y que el juicio se celebrará en marzo del 2014.

Alegría para Adolfo por la admisión a trámite, porque entiende que se han detectado visos de ilegalidad en el procedimiento que origina la demanda. Y frustración por la excesiva dilación en la celebración del juicio, a pesar de tratarse de un procedimiento abreviado.

Pero a pesar de la espera que aun le queda, Adolfo está contento porque su abogado, que es un profesional muy cauto y reservado, le ha dicho que el caso está ganado porque el procedimiento –que está completamente viciado y se ha enconado tanto que ya hiede— está fielmente documentado hasta en sus menores detalles evidenciando el fraude de ley.

El problema es que aun tendrá que esperar 3 años y 8 meses para el juicio, que añadidos a los 4 años y 1 mes desde que se inició el conflicto, habrán transcurrido 7 años y 9 meses cuando se celebre el ansiado juicio. Y a todo esto habrá que sumar el tiempo en dictar sentencia y los recursos que se deriven.

Aquí viene a güebo recordar ese principio jurídico que dice que “la justicia que llega tarde no es justicia”. Como dije al comienzo de este post, mi amigo Adolfo tiene cojones, pero es que también tiene paciencia, mucha paciencia.

Durante todo este tiempo, y aunque se trata de una cantidad inapreciable comparado con las ingentes cantidades de dinero del contribuyente que la Administración dilapida, e independientemente del resultado del juicio, esta situación tendrá una repercusión en los presupuestos de la Administración demandada. Esta cantidad aumenta día a día, y más aun aumentará si es Adolfo quien gana el pleito.

Coincidiendo con la notificación a Adolfo he leído en la prensa que Belén Esteban, esa inefable e impresentable mujer que se gana la vida vendiendola en la tele, ha interpuesto 16 demandas de una tacada. No sé ni me importan los motivos de dichas demandas, pero de lo que no tengo ninguna duda es de que todas se resolverán mucho antes que la de mi amigo Adolfo, buen profesional y trabajador como ninguno.

Porque los juzgados de lo contencioso del chismorreo funcionan mucho mejor que los de lo contencioso administrativo.

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