Vieja escuela, nueva política

Vieja escuela, nueva política

La vieja escuela en la manera de hacer política sigue manteniendo sus cuotas de poder. Las cooptación en las formaciones políticas predomina a la hora de hacer y deshacer para designar quién asume responsabilidades y quién no. El control de los votos internos y el de la información todavía tienen tintes del siglo XIX. Pero en una sociedad que tiene a su alcance herramientas como las redes sociales no ve con demasiados buenos ojos este tipo de maneras de hacer.

Acostumbrados a ejercer el control de la información, algunos gobernantes deciden tratar de controlar lo que se dice en redes sociales. Y al no conseguirlo, directamente dictan el cierre. Como si con eso se solucionara el problema. El caso más reciente lo encontramos en Turquía. El primer ministro Recep Tayyip Erdogan, a través de la Autoridad en Tecnologías de la Información y la Comunicación (BTK), procedió a bloquear Twitter en la Internet turca. El cierre venía precedido de tres sentencias judiciales y de una decisión de la Fiscalía. Pero también de las amenazas del primer ministro Erdogan pocas horas antes, cuando advertía de que «erradicaremos» Twitter «sin importarnos lo que diga la comunidad internacional» (vía El Mundo).

Pero a pesar del cierre, los usuarios turcos de Twitter han podido y pueden utilizar métodos alternativos para publicar. Incluso ya ha habido sentencias judiciales en Turquía en contra de dicho cierre. Pero Turquía no es el único país en ejercer censura sobre Twitter. Países como China, Egipto o Venezuela ejercen o han ejercido esta limitación informativa.

Ante una situación de estas características lo más probable es que ocurra el llamado efecto Streisand, es decir, la amplificación de aquello que precisamente se intenta ocultar. Pero cambiar es difícil, sobre todo para aquellos que no creen en una nueva manera de hacer política. Pero, aún más, para los que no creen que la ciudadanía pueda expresarse libremente. Hace falta una nueva política.

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