¡Vade retro, liberados!

Yo estoy convencido de que los funcionarios somos apuestos y abnegados, inteligentes y brillantes, proactivos y competentes, altamente productivos, que asumimos nuestras responsabilidades, que somos grandes especialistas y magníficos profesionales que con abnegación y altruismo prestamos nuestros servicios a la sociedad anteponiendo el bien de los administrados al beneficio propio, que aprovechamos nuestro tiempo de trabajo hasta la extenuación y que hemos obtenido nuestra plaza en igualdad… en definitiva, que somos una auténtica clase especial de trabajadores dignos de admiración y de encomio (se me saltan las lágrimas).

Pero esta opinión mía rara vez ha sido compartida por nadie. Más bien al contrario. Y es que los funcionarios tenemos muy mala prensa. En lugar de reconocer el dechado de virtudes anterior lo que recibimos por nuestro trabajo es injusto desprecio e inmerecidos calificativos despectivos y humillantes. Según las opiniones más generalizada somos vagos, indolentes, apáticos, haraganes, ignorantes, torpes, imbéciles, gordos, corruptos, deshonestos, incompetentes, déspotas, ineficaces, ineficientes, desorganizados, inútiles, improductivos, prepotentes… o simplemente capullos, hijoputas y gilipollas. Amén de padecer patologías como hipogonadismo, hongos por la ducha del gimnasio de las tardes y codo de tenista (algunos por el uso del ratón y una buena parte por el uso de la paleta de pádel) entre otros muchos problemas de salud.

Además, afirman infundadamente que aprovechamos los recursos públicos y las horas de trabajo para uso particular como llamar por teléfono a los amigos, navegar por Internet o escribir en Blogs como este que usted está leyendo (que no se me olvide borrar esto último antes de subir el texto a la web).

En definitiva, son muchos los que aseveran que somos lo peor de lo peor.

Pero yo puedo asegurar que los funcionarios no somos merecedores de tanta humillación e ignominia, de hecho os aseguro que no somos los peores calificados, porque todavía hay un colectivo más despreciado aun. Se trata de un conjunto de personas, pequeño en número comparado con la ingente masa funcionarial, pero con un poder desmesurado. Un grupo formado por seres a quienes califican de mezquinos y egoístas, la peor calaña. Afirman que no hacen absolutamente nada (todavía menos que los funcionarios), pero que es mejor así porque en sus pocas actuaciones y desde su situación de poder buscan prioritariamente su propio beneficio. También dicen que son especialistas en enchufes y expertos en escaqueos. Y dicen cosas mucho peores. Es tal la fama que tienen algunos que cuando me cruzo con ellos por los pasillos (su hábitat usual) bajo la mirada y acelero en paso.

Me estoy refiriendo a los funcionarios liberados sindicales.

¡Vade retro, liberados!

9 comentarios en «¡Vade retro, liberados!»

  1. A cualquiera se le podría ocurrir pensar que sólo un necio dedicaría veinte líneas a criticar una actitud generalizadora e injusta mientras emplea esa misma estrategia contra los demás, y no lo tengo a usted por tal.
    Generalizar siempre es injusto, y esparcir mierda para aliviar el peso de la propia, también lo es. Impresentables exiten en la misma medida entre los funcionarios sindicalistas -liberados o no- y entre los que denostan nuestra labor ¿Sería justo cambiar lo de «funcionarios sindicalistas» por «funcionarios de libre designación»? porque también hay quien opina eso.

    1. @Sauron,

      Quiero matizar que mi crítica va contra los «funcionarios liberados sindicalistas», no contra todos los funcionarios sindicalistas.

      El tópico, que no la generalización, es una fórmula retórica perfectamente válida. Pero aun así yo no habría utilizado semejante tópico en mi texto de no ser porque lo he podido comprobar (y padecer) en las dos Administraciones Públicas en las que he trabajado.

      Por eso, porque dicho tópico es también aplicable, no habría ningún problema en intercambiar lo de «funcionarios liberados sindicalistas» por «funcionarios de libre designación».

  2. Digan lo que digan…hay de todo en todas partes; esos adjetivos (buenos y malos) están presentes en cualquier lugar que haya personas trabajando, pues más que pertenecer a funcionarios o a no-funcionarios; pertenecen a aquellos que han tenido valores y principios o a los que nunca los han tenido…
    No es el título, ni la función… son las personas.
    SM

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